Puede que no queramos reconocerlo, pero el miedo es aquello que nos
paraliza en las clases de idiomas, en la vida real y en cualquier otro lugar.
El miedo es el responsable de que tus sueños e ilusiones no se lleven a cabo,
es un demonio disfrazado de excusa que te hace echarle la culpa a todo y a
todos, excepto a ti mismo. Afrontemos nuestros miedos de una vez por todas
cuando estudiamos un idioma y comencemos a hacer las cosas de manera correcta.
Os voy a contar la historia de
uno de mis alumnos, al que llamaré Tristán. Se trata de un chico normal, un
pre-adolescente que odia las clases y estudiar pero que quiere aprobar porque
ya ha comprendido que es la mejor opción que puede elegir. Pero en realidad
prefiere jugar al fútbol o estar por ahí con sus amigos. Siendo hijo único y de
padres divorciados le hace sentirse un poco inseguro a veces, y me parece
–según he podido deducir de algunos de sus comentarios- que está siendo usado
por sus propios padres para atacarse el uno al otro. No creo que lo hagan a
propósito, pero cualquier comentario “inocente” puede acceder de pleno en la
mente de un niño y hacerle sentir inseguro.
Tristán realmente quiere hacerlo
bien en clase, mira a sus compañeros con envidia cuando salen a la pizarra y
realizan correctamente los ejercicios del libro o contestan con acierto a mis
preguntas. Sin embargo; en cuanto le toca a él, suele fallar. Me parecía que no
podía llegar a enseñarle nada de nada, y me empecé a desanimar yo también.
Cualquier actividad escrita se convertía inmediatamente en un desastre
absoluto, y ni siquiera las terminaba. Pensé que no le interesaba la clase, y
le regañé constantemente durante un tiempo, cosa que no funcionó en absoluto…
entonces decidí cambiar mi manera de enfocar la situación.
En cuanto tuve un momento a solas
con él, le pregunté directamente qué le ocurría, y la respuesta me tocó de
lleno el corazón: “Maestro, yo no lo puedo hacer porque soy tonto” me dijo, y
continuó diciendo: “también tengo miedo de hacerlo mal y que se rían de mi”. En
cuanto este pobre chico terminó de contarme sus problemas, rompió a llorar y me
miró con cara de disculpa y arrepentimiento, y entonces comprendí cuál era el
problema.
Experiencias en su vida,
compañeros de clase, maestros estúpidos como yo, sus padres y el mundo entero
le habían hecho creer que era una persona de segundo orden y se asustaba hasta
los tuétanos cada vez que veía la posibilidad de cometer un error, por lo que
prefería no hacer nada y no acabar los ejercicios, sólo porque esa opción le
parecía más segura. Ya os lo he contado, el Gigante Dormido no puede
distinguir la realidad de la ficción,
por eso, en lo más profundo de la mente de Tristán, él se sentía realmente
estúpido e incapaz de hacer cualquier cosa de las que sí hacen sus compañeros
de clase. El chico estaba destrozado, y yo me sentí de una forma parecida al
conocer más de lleno su historia.
Mi instinto me decía que le
arropase, le ayudase dándole un abrazo inmenso y le tratara como a un niño
desvalido, cosa que por supuesto no hice. En vez de eso decidí motivarle para
la victoria. Le conté la fábula del elefante que va al circo, y siendo muy
pequeño le atan a una estaca con una cadena. Para cuando el elefante creció y
tuvo la fuerza suficiente para romper la cadena sin esfuerzo, el miedo y la
falsa creencia de que no podía hacerlo le paralizaban. Le dije a Tristán que él
era como el elefante grande y cobarde, le dije que yo sólo le daba clases a
campeones y que quería que moviera el culo a partir de ese preciso momento. Le
indiqué que se pusiera de pie y se golpeara el pecho mientras gritaba conmigo:
¡Soy un campeón!
Hagamos justo lo
contrario
¿Adivinas cómo le ha ido a
Tristán desde aquel día? Bueno, no es que sea el mejor alumno de la clase, pero
lo está haciendo muy bien. Está teniendo éxito durante las clases, contesta las
preguntas correctamente, hace la tarea muy bien, habla Inglés con seguridad, y
lo más importante de todo, es mucho más feliz.
Tan solo le hice creer justo lo
opuesto de lo que creía, y sí, es así de simple. Pude conseguirlo con él pues
por su edad todavía es como un bloque de arcilla que se deja modelar por un
maestro en la clase, pero los adultos no lo son. Eso sólo significa que tienes
que ser tú y sólo tú quien se ponga de pie y grite: “¡Soy una campeona!” y deje
de tener miedo.
La mayoría de estudiantes en la
edad adulta están en silencio durante las clases, muchos ni siquiera hacen la
tarea o estudian, y prácticamente todos son “expertos
excusadores”.
Aquí os relato las excusas más
comunes en mi clase de idiomas:
“No tengo tiempo”
“Es difícil”
“Es muy difícil”
“No tengo miedo” –Contestándome
después de acusarles, y siguen: “Es… difícil”
“No tengo nadad que decir”
O mi favorita, el más total y
absoluto silencio. Y cuando este incómodo silencio se produce es muy divertido
verles evitándome la mirada, sin moverse, sin respirar, sin existir… totalmente
acojonados y rezando para que no les pregunte, esperando que sea otro quien se
tire al vacío y así poder evitar el tener que hablar. ¡Venga ya! Si evitas
hablar en clase sólo creas dos cosas, una, mandas el mensaje incorrecto al
Gigante Dormido, diciéndole que debe estar en silencio y por lo tanto ignorar
el idioma que quieres aprender, y la segunda, que nunca aprenderás.
No hace falta que pases por la
total transformación de Tristán, pero puedes intentar simplemente hacer lo
contrario de lo que has venido haciendo hasta ahora, ¡así de simple! Si solías
decir que no tenías tiempo, ahora dirás que sí lo tienes; si solías decir que
era difícil, ahora dirás que es fácil; si solías decir que no podías, ahora
dirás ¡Sí puedo! Y si no solías contestar voluntariamente en las clases, ahora
lo vas a empezar a hacer y a hablar el idioma que estés estudiando hasta por
los codos.
Tienes mi palabra de honor de que
todo cambiará radicalmente in poco tiempo. Tan solo tienes que recordar lo que
te voy a decir ahora, lo mismo que le dije a Tristán, una vez que que has
superado esta etapa, no hay marcha atrás, sigues moviendo el culo y sigues
mejorando y punto. Esa es tu única motivación, aquí nadie se duerme en los
laureles.
Tu zona de confort
Este es un concepto importante en
la psicología moderna, y además es muy simple, te sientes seguro en el área que
conoces bien, y tu Gigante Dormido te dice que la parte del mundo que
desconoces –la inmensa mayoría- tiene monstruos gigantescos que podrían matarte
y de hecho lo harán nada más verte.
Por eso te sientes segura
traduciendo a tu lengua materna durante las clases, y te sientes bien si no
haces lo que te digo que tienes que hacer. Pero a menos que no salgas de esa
pequeña porción del mundo en la que vives, no podrás mejorar.
Sí, es duro, pero tan solo porque
sigues poniendo excusas, deja de poner esas excusas, haz lo contrario de lo que
has estado haciendo hasta ahora y ¡ya está! El problema se habrá resuelto. Una vez
que salimos de nuestra zona de confort nos damos cuenta que ningún monstruo nos
devoró cuando utilizamos una lengua extranjera, cuando nos ofrecimos
voluntarios en vez de escondernos lo que hicimos fue ampliar nuestra zona de
confort. Simple ¿verdad?
¿Y tú qué? ¿Sigues poniendo excusas?
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